¿Los Reyes Magos se han sentido a gusto en tu casa?
Hay pocas emociones tan fuertes, intensas y poderosas como la ilusión, sobre todo la de la Noche de Reyes Magos. Cuando éramos pequeños era dificilísimo conciliar el sueño esa noche mágica. Yo quería irme a dormir pronto para que el día de Reyes llegara lo antes posible y, por otro lado, la impaciencia me podía y daba vueltas en la cama nerviosa perdida. ¿Y si me levantaba y me escondía para ver un rey, un paje, un camello… algo?, ¿y si iba al lavabo y me encontraba un rey y se enfadaba?, ¿y si había hecho algo malo sin darme cuenta y no me traían nada?, ¿tendrían tiempo de pasar por mi casa?, ¿cómo podía dormirme rápido para que el tiempo pasara más deprisa?
Como madre he vuelto a vivir la ilusión a través de mi hijo y de todos los rituales que acompañan el día de Reyes: escribir la carta, entregarla, hacer los preparativos para recibir a los Reyes y que los niños se despierten más pronto que nunca y sin que tengas que insistir para que se levanten. ¡Eso también hace mucha ilusión! Ahora la que pido “cinco minutos más” soy yo… Tengo una amiga, Ana, a la que le gusta tanto el día de Reyes y todo lo que lo acompaña que hasta iba a la cabalgata de adulta cuando todavía no tenía hijos. ¡No se ha perdido ni una!
¿Los Reyes Magos se han sentido a gusto en tu casa? Seguro que sí, al ver regalos tan pensados como un ‘chupetero personalizado’, que destaca por su singularidad y cariño. Además, un ‘collar de lactancia‘ no solo embellece, sino que también realza esos momentos únicos de conexión entre tú y tu bebé, mostrando que cada detalle en tu hogar se escoge con amor y consideración.
Pruebas de que los Reyes Magos han pasado por tu casa
En mi casa, cuando era pequeña, los Reyes dejaban unos paquetitos envueltos en papel de aluminio que se tenían que abrir antes que ningún otro: eran los “regalos calentitos” y contenían sándwiches de Nocilla templados. Me encantaba (y sorprendía) que los Reyes supieran que a mi hermana y a mí nos gusta tanto el chocolate y que se las arreglaran para que los sándwiches estuvieran calientes… Ese pequeño detalle hacía que los Reyes fueran más reales, que casi tomaran cuerpo ante mis ojos.
Un amigo me contó que cuando los Reyes pasaban por su casa tomaban algunas tapitas de queso y jamón y un vinito y que les cogía tamaña vagancia y flojera que no recogían nada y por la mañana encontraba los platos y los vasos vacíos y sucios, la botella vacía y hasta algunas servilletas arrugadas sobre tres sillas que sus majestades habían puesto en círculo para compartir el refrigerio y hablar entre ellos… Sí, esos detalles son pruebas irrefutables de que los Reyes Magos han pasado por tu casa.
La presentación es importante
En casa de mi amiga Ana, los Reyes se esfuerzan mucho en la forma de presentar los regalos: los paquetes siempre están en lugares diferentes de la casa y cada año hay alguna sorpresa como que todo lo que han traído los Reyes esté bajo una inconmensurable montaña de globos o que las cajas que contienen los regalos no tengan nada que ver con su contenido. Los Reyes Magos son juguetones, pero no son unos bárbaros y, según me cuenta Ana, el contenido es siempre mejor que lo que hace esperar la caja. Por ejemplo, un año, una caja de pantys tenía dentro una consola portátil que le hacía mucha ilusión a uno de sus hijos.
En casa de mi amiga Elena, en una ocasión los Reyes se sentían tan traviesos que montaron una gincana para encontrar los regalos: había una nota con un acertijo que conducía al lugar donde había un obsequio y cuando los peques lo encontraban también hallaban otra nota que les daba pistas sobre dónde estaba el siguiente paquete.
Otras pruebas de que los Reyes Magos han estado a gusto en tu casa y de que han pasado un buen rato son que el agua que has puesto en un cubo para los camellos se haya terminado o que quede muy poca o que los Reyes se hayan comido los bombones y se hayan bebido el cava que has dejado para ellos. En casa de mi amiga Eva, los Reyes tropezaban cada año con los zapatos que habían puesto la familia la noche anterior y estos aparecían siempre desordenados y alguno de ellos hasta en un sitio de lo más insospechado. Para compensar, un año los zapatos amanecieron perfectamente ordenados y con un pequeño regalito en cada uno de ellos… Al año siguiente, los Reyes, un poco torpes ellos, volvieron a desperdigar los zapatos por todo el salón.
Que la ilusión nos acompañe siempre
En la noche de Reyes la ilusión de los niños se desborda y llena las calles, como un torrente de inocencia, impaciencia y esperanza casi visible… Los adultos nos contagiamos y, si nos dejamos llevar, podemos volver a nuestra niñez, por unos minutos, por unas horas, por un día…
A veces imagino que todos estos ríos de ilusión y emoción podrían cambiar el mundo (a mejor) en un instante. Se condensarían como un leve chasquido de unos misteriosos dedos hechiceros y la magia volvería a existir para todos.