Como madre he vuelto a vivir la ilusión a través de mi hijo y de todos los rituales que acompañan el día de Reyes: escribir la carta, entregarla, hacer los preparativos para recibir a los Reyes y que los niños se despierten más pronto que nunca y sin que tengas que insistir para que se levanten. ¡Eso también hace mucha ilusión! Ahora la que pido “cinco minutos más” soy yo… Tengo una amiga, Ana, a la que le gusta tanto el día de Reyes y todo lo que lo acompaña que hasta iba a la cabalgata de adulta cuando todavía no tenía hijos. ¡No se ha perdido ni una!
Pruebas de que los Reyes han pasado por tu casa
Un amigo me contó que cuando los Reyes pasaban por su casa tomaban algunas tapitas de queso y jamón y un vinito y que les cogía tamaña vagancia y flojera que no recogían nada y por la mañana encontraba los platos y los vasos vacíos y sucios, la botella vacía y hasta algunas servilletas arrugadas sobre tres sillas que sus majestades habían puesto en círculo para compartir el refrigerio y hablar entre ellos… Sí, esos detalles son pruebas irrefutables de que los Reyes Magos han pasado por tu casa.
La presentación es importante
En casa de mi amiga Elena, en una ocasión los Reyes se sentían tan traviesos que montaron una gincana para encontrar los regalos: había una nota con un acertijo que conducía al lugar donde había un obsequio y cuando los peques lo encontraban también hallaban otra nota que les daba pistas sobre dónde estaba el siguiente paquete.
Otras pruebas de que los Reyes han estado a gusto en tu casa y de que han pasado un buen rato son que el agua que has puesto en un cubo para los camellos se haya terminado o que quede muy poca o que los Reyes se hayan comido los bombones y se hayan bebido el cava que has dejado para ellos. En casa de mi amiga Eva, los Reyes tropezaban cada año con los zapatos que habían puesto la familia la noche anterior y estos aparecían siempre desordenados y alguno de ellos hasta en un sitio de lo más insospechado. Para compensar, un año los zapatos amanecieron perfectamente ordenados y con un pequeño regalito en cada uno de ellos… Al año siguiente, los Reyes, un poco torpes ellos, volvieron a desperdigar los zapatos por todo el salón.
Que la ilusión nos acompañe siempre
A veces imagino que todos estos ríos de ilusión y emoción podrían cambiar el mundo (a mejor) en un instante. Se condensarían como un leve chasquido de unos misteriosos dedos hechiceros y la magia volvería a existir para todos.



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